Capítulo 2 - La vuelta a Konoha

por **Madara** Sáb 16 Jun 2012 - 0:53

Era un día seco de primavera, la noche ya había caído en el País del Fuego y una resplandeciente luna llena iluminaba los bosques que rodeaban la Villa Oculta de la Hoja, mejor conocida como Konoha. La mayoría de los ninjas y de las personas que allí vivían estaban durmiendo y era el momento perfecto para entrar a la villa sin armar mucho escándalo. Madara conocía bien Konoha y sabía que habría vigilantes en la puerta. Además, Yondaime Hokage, nunca descansaba y siempre estaba alerta ante cualquier amenaza. Era un buen rival y oponente, pero el legendario Uchiha era mucho más poderoso y el hielo había conservado intactas sus células, por lo que, en todos esos años, no había envejecido en absoluto.
Entre las sombras de los bosques, había una silueta oscura que avanzaba lentamente por la penumbra de la noche, levemente iluminada por la tenue luz de la luna llena. Los vigilantes de Konoha, aunque cansados por el sueño que tenían, estaban alerta ante cualquier amenaza y agudizaron su vista y sus oídos para poder estar mucho más atentos. Unos ojos plateados observaban a aquellos dos vigilantes de Konoha, unos ojos que sobresalían en la oscuridad, y que... por tanto, habían revelado la figura oculta que caminaba hacia ellos.

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Sin detenerse en su camino, la imponente figura de Madara salió de la oscuridad del bosque, siendo iluminada por completo y mostrando todo su poder: un poder que provenía de sus ojos... un poder que lo hacía inmortal y lo convertía en el shinobi con vida más poderoso de la Tierra. Esos ojos, eran conocidos por el nombre de Rinnegan... y sólo habían conseguido despertarlos 5 shinobis en toda la historia. Dos de ellos, eran hermanos, y... aunque uno murió mucho antes que el otro, le dio tiempo a transmitirle los secretos del doujutsu legendario. Estos hermanos se llamaban Itachi y Sasuke. Otro de los que consiguió despertarlos, fue a la par con Itachi, y... aunque fue hace mucho tiempo, se dice que todavía está vivo, y está vagando constantemente por la oscuridad sin querer mostrar su verdadero poder. Dice la leyenda, que si algún día, este shinobi volviese al mundo de los vivos, el mal dominaría la Tierra y no habría nadie capaz de pararlo... su nombre era Naruto. El primero en despertar este doujutsu legendario no fue otro que el mismísimo Rikkudou. ¿Fue una leyenda, existió realmente? Nadie puede saberlo realmente, pero si ahora hay alguien capaz de obtener su poder es ahora mismo el propio Madara... el ninja, que en poco tiempo, dominará el mundo.
A unos pocos metros de las puertas de Konoha, Madara estiró ambos brazos, alzándolos horizontalmente hacia los dos vigilantes mientras pronunciaba unas palabras.-Banshō Ten'in...-Los vigilantes, sin poder evitarlo ni reaccionar, fueron empujados por una poderosa fuerza de gravedad, atrayéndolos hacia el mismo lugar en el que se encontraba el mismo Madara.-¡Pero qué diablos!-Dijo uno de los vigilantes. Acto seguido, Madara cogió los cuellos de los dos shinobis, mirándolos fijamente con el Rinnegan en sus ojos.-¿Quién eres, qué son esos ojos?-Dijo el otro vigilante. El Uchiha, meditando su respuesta, al fin, dijo en tono serio.-Soy el mal encarnado. Me llamo Madara Uchiha y mis ojos serán lo último que podais ver. Hace unos días me encontré con un compañero vuestro. Esta noche... os reunireis con él. ¿Unas últimas palabras?-Las palabras de Madara eran duras, y parecía estar muy seguro de lo que hacía. Trataba a sus víctimas como simples marionetas de trapo. Los ninjas, intentaron defenderse, pero la fuerza del Uchiha se lo impedía y todo esfuerzo era en vano.-No podrás derrotar al Hokage. Morirás.-Madara, mostrando una sonrisa malvada, respondió al shinobi.-Yo soy la Muerte en persona. ¡Camino Asura!-De repente de los hombros del Uchiha, salieron dos brazos mecánicos, los cuales, terminaban en lo que parecía una especie de cañón en miniatura.

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¡Cañón de chakra!-Milésimas de segundo después de pronunciar esas últimas palabras, una gran cantidad de energía se acumuló en la punta de los brazos mecánicos, haciéndola salir en una devastadora explosión que desintegró las cabezas de los vigilantes.
Tras este nuevo acto de violencia, el Uchiha lanzó los cuerpos inertes sin cabeza al suelo al mismo tiempo que desaparecían los brazos mecánicos de sus hombros. Una vez más, Madara había asesinado, y... tras el rastro de sangre que ensuciaba el camino que llevaba al bosque, continuó su marcha, adentrándose en Konoha como si no hubiese ocurrido nada en aquel lugar en dirección a su próximo destino: el Santuario Nakano.